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San Fernando, Buenos Aires, Argentina
profesor de Lengua, Literatura y Latín

viernes, 4 de diciembre de 2009

El poeta declara que la vida también se rige por las mismas reglas del arte y manifiesta su convicción de que el hombre es posibilidad arrojada al mundo.


Voy alto de luz, ávido de cielos,
tabla rasa, sin demiurgos ni dioses;
hago mi voz entre infinitas voces
y mi dolor entre infinitos duelos.

Me abro de lumbre en la fragua de vuelos,
jícara de jacas de horas y adioses;
me zumo de vida en caz de veloces
aguas, entre oscuros y ázimos suelos.

Beberé hasta el ocaso todo el vino,
mi jaca cabalgará por los llanos
ahíta de crepúsculo y camino,

Lenta mi luz, mi voz y cielo canos.
No me convencerán de que hay destino
cuando tenga la muerte entre mis manos.

II
El poeta imagina su estancia final y se dirige a su amada, para que ella guarde este soneto como testamento poético.

Cuando le diga adiós al breve día,
cuando cierre la carne con tu nombre
me tenderé en la hierba, sin pronombre,
yermo de luz, azor en mi agonía.

Cuando te diga adiós, compañera mía,
Que nada haya en mis ojos que te asombre.
Feliz fui a tu lado, en mi oficio de hombre.
Haré con tu voz flor de lejanía.

Te habré dado mis versos y mis soles,
tal vez mi alma desesperada y loca,
un paisaje de pájaros y flores.

Me habrás dado la sombra de la roca
y el más dulce rumor de los rumores:
tus besos de adiós sobre mi boca.


2 comentarios:

  1. En esta vida no aprendí a decir adiós...es una dificultad que tengo....inicio otro párrafo sin poner punto final en el otro.... se queda siempre todo en suspensivo, no tengo coraje de poner el punto final....

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  2. Decir adiós es una de las cosas más difíciles de aprender en la vida. Pero nos vamos acostumbrando. Y mirá si no es sabia la vida: dijiste tantas veces "adiós", que ya no es tan duro decir tu propio "adiós", pero a la vida misma.

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